Cristina Morató sobre su último libro: “No es un cuento de hadas, sino la vida real de seis mujeres tras el trono”

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La periodista y escritora Cristina Morató regresa al ensayo sobre literatura de viajes femenina con la publicación de su último libro Reinas malditas (Plaza & Janés, 2014). La autora destaca que en su libro “el lector no encontrará un cuento de hadas sino la vida real de seis mujeres tras el trono”.

En la siguiente entrevista a Morató, indagamos en las principales protagonistas de su última obra, que da continuidad a libros como Viajeras intrépidas y aventurerasLas reinas de África, Las damas de Oriente, y Cautiva en Arabia, entre otros.

En su libro Reinas Malditas, nos presenta el lado más humano y menos conocido de diferentes reinas y emperatrices. ¿Por qué "malditas"?

El título de "malditas" se debe a que, por una parte, las seis protagonistas fueron muy golpeadas por las tragedias personales y sus vidas fueron bastante desdichadas. Estamos hablando de reinas y princesas que no pudieron elegir su destino, fueron soberanas en contra de su voluntad. En aquel tiempo los matrimonios eran asuntos de Estado, alianzas políticas donde no contaban para nada los sentimientos.

En mi libro el lector no encontrará un cuento de hadas sino la vida real de seis mujeres tras el trono. Y malditas también porque han sido muy maltratadas por algunos historiadores. A Eugenia de Montijo se la culpó de la caída del Segundo Imperio francés y a María Antonieta se la tildó de frívola, inmoral... y se la acusó de contribuir al fin de la monarquía en Francia. Pero hay que decir también que estas reinas cuando debieron enfrentarse al exilio o incluso a la pena de muerte demostraron gran dignidad y valor.

Junto a la soledad o el sufrimiento por no poder dar un heredero al trono, muchas de ellas se sintieron extranjeras en las cortes que no las recibieron bien. ¿Encontraron además muchas dificultades para adaptarse a esas nuevas culturas, sociedades, reinos, ciudades...?

En mi libro hablo de princesas-rehenes porque en algunos casos estas reinas fueron obligadas a abandonar su país y a su familia siendo apenas unas niñas para casarse con un desconocido. Viajaban solas a una Corte extraña donde no conocían a nadie y en ocasiones no hablaban ni el idioma del país al que llegaban para reinar.

María Antonieta supo a los doce años que iba a ser reina de Francia y la emperatriz Sissi tenía catorce años cuando su primo el emperador Francisco José la eligió para ser su esposa. Ambas eran muy jóvenes y demasiado inexpertas, no habían sido preparadas para el papel que iban a desempeñar. Su vida en palacio fue muy desdichada porque solo se esperaba de ellas que fueran un objeto decorativo y reproductor.

Su prioridad era dar a luz un heredero al trono, un varón que garantizase la continuidad dinástica. María Antonieta tardó ocho años en dar a luz a su primer hijo, fue una niña para mayor frustración de la Corte, y durante todo este tiempo tuvo que soportar toda clase de rumores y libelos, además la tacharon de estéril cuando el problema lo tenía el Delfín de Francia, futuro Luis XVl, que padecía fimosis y hasta que no se operó no pudo consumar su matrimonio.

La mayoría de princesas enfermaron de melancolía y cayeron en la depresión porque aquellos palacios de ensueño no eran otra cosa que jaulas de oro donde vivían prácticamente recluidas y obligadas a cumplir con un estricto y engorroso protocolo.

¿Cuál y cómo ha sido el proceso de documentación y de investigación periodística que ha permitido poder crear esta obra?

Para mí ha sido un reto porque las protagonistas son seis reinas y emperatrices muy conocidas y sobre las que se han escrito cantidad de biografías. Yo he intentado descubrir su lado más humano y menos conocido más allá de los fastuosos palacios donde vivieron. Para conocer sus verdaderos sentimientos he recurrido a las cartas familiares, a los diarios personales y a las memorias que escribieron sus más fieles damas de compañía. María Antonieta tenía la obligación de escribir cada semana a su madre, la poderosa emperatriz María Teresa de Austria, y contarle "absolutamente todo" lo que hacía en la Corte de Versalles. La reina Victoria de Inglaterra llevó desde muy joven un diario que escribió hasta poco antes de morir, cumplidos los noventa años. Es un material muy valioso para reconstruir la vida privada de estas soberanas.

¿Qué importancia tuvo el viajar o el viaje en sus vidas?

En siglos pasados las reinas no viajaban como las de ahora y en muy raras ocasiones acompañaban a sus esposos en sus visitas oficiales. Para muchas de ellas los palacios en los que residían eran auténticas jaulas de oro y vivían en una burbuja de espaldas a la realidad del pueblo. Por ejemplo, la vida de María Antonieta transcurrió entre sus fastuosos palacios y residencias de verano: Versalles, el pequeño Trianón (su refugio preferido en el recinto palaciego de Versalles), Marly, Fontainebleau y Saint-Cloud. Aparte del viaje nupcial por el noroeste de Francia y de una breve excursión a Reims para la coronación del rey, la soberana no mostró el menor interés por conocer su reino. Pero hubo excepciones y algunas soberanas, al quedarse viudas o verse obligadas al exilio se convirtieron en grandes viajeras.

¿Hubo entre ellas alguna especialmente aficionada por el viaje? ¿Cuál y por qué?

Las emperatrices Eugenia de Montijo e Isabel de Baviera (Sissi) comparten una vida marcada por las tragedias personales y su pasión por los viajes. Ambas fueron incansables e intrépidas viajeras que recorrieron el mundo enfermas de nostalgia y huyendo del pasado.

Eugenia de Montijo viajó a Egipto por primera vez en 1869 como invitada de honor a la inauguración del canal de Suez, obra de su primo Ferdinand de Lesseps. Un viaje que nunca olvidaría donde se sintió, según sus propias palabras "sultana, faraona y exploradora intrépida". Disfrutó navegando el Nilo en un tradicional dahabieh, cabalgando por las dunas a lomos de camello y visitando las pirámides. Tras la muerte de su esposo Napoleón lll y de su único hijo el príncipe Luis Bonaparte, la exemperatriz de los franceses se convierte en una incansable viajera en una época en que las damas de su alcurnia solo frecuentaban los balnearios de moda.

A punto de cumplir los setenta años se compró un barco, el Thistle y durante casi dos décadas surcaría los mares visitando todos aquellos países que más le atraían. Viajó a todos los puertos del Mediterráneo, desde Italia hasta las orillas de la Cirenaica (actual Libia), pasando por la isla de Elba, Argelia, Marruecos, España y regresaría de nuevo a Sicilia, Grecia, Turquía, Creta e incluso Egipto.

Por su parte Sissi se convirtió en una emperatriz errante porque detestaba el rígido ambiente de la corte vienesa y los viajes eran para ella una huida. La hermosa emperatriz de Austria era en realidad una mujer enferma que padecía anorexia y bulimia, apenas comía, se agotaba haciendo ejercicio y su hiperactividad la obligaba a estar en constante movimiento.

En 1889, tras el suicidio de su único hijo el príncipe Rodolfo y heredero al trono, Sissi tocó fondo. Repartió todas sus joyas entre sus damas de compañía, se vistió de riguroso luto y comenzó a viajar. Como Eugenia se compró un barco, el Miramar, se mandó tatuar un ancla en el hombro y pasaba sus días embarcada eligiendo el destino al azar.

Visitó infinidad de países, entre ellos Portugal, Marruecos, Argelia, Malta, Grecia, Irlanda, Turquía y Egipto. En España, atraída por su clima cálido visitó Palma de Mallorca, Alicante y Elche donde bautizó con su nombre una palmera de siete brazos. Ya entonces era una mujer muy desquiciada, viajaba con más de sesenta baúles y un botiquín con sus medicamentos, cataplasmas, un frasco de morfina y una jeringuilla para la cocaína que le ayudaba a sobrellevar sus profundas depresiones. En Suiza, uno de sus destinos favoritos, porque sus paisajes la trasladaban a sus escenarios de niñez en los Alpes bávaros, encontró la muerte y se convirtió en leyenda.

 

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